domingo, 3 de febrero de 2013

Elogio de la simpatía


Primer fin de semana sin Llamas y sin Pani. Sin amigos. Sin familia. Totalmente perdido. Tengo que preguntarlo todo, dudo de todo –eso sí, como siempre–… pero todos son de una amabilidad desbordante, a veces conmovedora. Ayer, el dueño de una librería me indicó dónde estaba la zona de libros de cine, casi a ras del suelo, y se apresuró a acercarme un taburete para que me sentase cómodamente. Interés empresarial pensarán algunos. Esperen y oigan: por la tarde, di en pasar por un bar, sentarme y pedir una cerveza. La amable camarera me preguntó que si estaba bien la música –cumbia, creo– o prefería otra cosa. Le va en ello la propina, dirán los maledicentes. Esta misma mañana, el guardia de seguridad de la Universidad se deshizo en atenciones hacia mí, el chico de la recepción del hotel fue igual de cálido a la hora del desayuno y sigo atesorando sonrisas y momentos con mis compañeros de trabajo en los que el trato sería impensable en la árida Castilla.

Sólo, sí, pero de alguna forma acompañado.

4 comentarios:

  1. ¡Feliz viaje, Ernesto!

    Y mucha suerte en tu camino. Me agradará poder leer cómo te va por aquellas tierras, tus anécdotas en la Universidad y tu día a día. Ya has empezado con buen pie por lo que leo, así que a dar el siguiente paso.

    Un abrazo.

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  2. IGNACIO MORAN3 de febrero de 2013 12:14
    Ernesto, echarás cosas de menos, pero una nueva perspectiva se abre delante de ti. Y, por lo que se ve, más amable y cálida que estos fríos tiempos europeos. Disfruta y aprovecha tu nueva vida.

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  3. Disfruta al máximo, estas 'cosas' pasan pocas veces en la vida.

    Larry

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