viernes, 8 de febrero de 2013

Mamá, yo quiero ir a un país donde no haya prima de riesgo

Es cierto, sólo conozco una parte de Medellín. Mi compañera de piso, una vieja conocida (que no una conocida vieja), va a solucionar ese sesgo en los próximos días, y me va a enseñar otros lugares más ásperos de esta preciosa ciudad. Por el momento déjenme abrazar esa parte donde no hay riesgo y la gente te sonríe. Esa parte de barrios residenciales, de partes bohemias, en una de las cuales he dado en vivir. Dentro de un piso donde se está calentito y te reciben con una Club Colombia, estupenda cerveza autóctona.

Tampoco hace falta calor porque el clima es delicioso, tenazmente regular y a ratos refrescantemente húmedo o ventoso. Las montañas me han acogido como una marmita de piedra verde, casi umbilical. Porque así es la gente de Medellín. Lo sé, me repito, pero el otro día el taxista que me dejó en mi nuevo piso no quiso irse hasta estar seguro de que encontraba mi destino. Imposible no emocionarse con esta gente que siempre tiene presta una sonrisa, un 'para lo que precises', un 'Con gusto'. Porque no es casual que nosotros respondamos a las gracias con un 'de nada' (que denota indiferencia, que nada hay tras un gesto amable) y ellos lo hagan con un 'con gusto', que suena tan suave como las temperaturas de este lugar.

Tal vez me ataque la nostalgia más adelante y se echa de menos a la familia, a los amigos y al Llamas y al Pani (todo por este orden, aunque me agrada saber que hay amigos que han salido ganando con mi marcha), pero por el momento tengo más ganas de que vengan a ver esto ustedes que yo de volver. Será también por las clases, por unos alumnos participativos que aún no se han dado cuenta de la parte de fraude que hay en mí o por estar viviendo algo que nunca supe que necesitaba... Y es que al final quería riesgo, pero de otra clase.

Sigan bien por allí, amigos. Se les quiere cada día más.

No hay comentarios:

Publicar un comentario