lunes, 22 de abril de 2013

Porque soy un aventurero


O eso al menos piensa Fátima Báñez de mí. Gracias, ministra, por el eufemismo que me pone en valor, como la marca España y esas tildes estúpidas que manejan ustedes mientras con las manos hacen juegos malabares y roban a manos llenas. Llaman crisis a su expolio particular. Nazismo a los escraches y movilidad exterior al exilio… por lo tanto, supongo que cuando hablan de movilidad interior se están refiriendo a esos que atraviesan ventanas por no poder atravesar fronteras y se lanzan al vacío en busca de la aventura, claro.

Noten, asquerosos prohombres, que hablo de exilio, pues esto no es aventura, ni emigración, esto es un exilio político (y de los políticos) en toda regla (no los políticos, el exilio), mientras ustedes se esfuerzan de forma orwelliana en buscar enemigos para que nos olvidemos de que el enemigo son ustedes. Y prefieren rescatar a los bancos que a las personas, y esa frase que lo resume con el descaro habitual de esa cortesana andrógina y paleta con nombre doliente: “Nuestros votantes prefieren no comer que no pagar la hipoteca”, que viene a ser lo mismo que decir que es mejor que la gente se muera de hambre a que los poderosos pierdan parte de sus ahorros. Que esta gente no esté en la cárcel me enfrenta con mí país.

Y es que lo peor de todo no es que sean unos golfos, que lo son. Es que son los más tontos de la clase. Nos gobiernan los palurdos, los pijos de cortijo sin cultura, los idiotas a los que les falta un hervor. ¿Y por qué? Porque el sistema se ha hecho tan fuerte que basta la idiotez y la falta de principios para triunfar en la clase política. Si eres listo despertarás envidia. Si eres idiota, no. Sólo así se explica la abrumadora lista de próceres neoliberales seguidores de Bush: desde Hernández Mancha, Aznar como sanctasantórum chapliniano, Acebes, Trillo, Mato, Cospedal y tantos otros…

No puedo ver mal, ante tal compendio de tropelías, los famosos escraches. No me parece ideal, pero me parece la salida más lógica ante el drama de un país que se desangra. Y que lloren, que lloren los niños de González Pons. Que lo hagan como niños hasta que puedan llorar como hombres por la vergüenza de tener ese padre. Váyanse a la mierda, señorías y, parafraseándoles a ustedesen en su infinita elegancia... “que se jodan”.

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